La cena que nunca voy a olvidar.
El 14 de febrero del año pasado, mi querido amigo Rafael me invitó a cenar, muy alegre acepté su invitación con la condición de que fuéramos a comer mariscos, que por cierto, es mi comida preferida. El chico muy entusiasmado, reservó una mesa para dos en un restaurante en el Viejo San Juan. Al llegar al lugar nos atendió un mesero muy amable y nos entregó el menú. Para empezar la noche mi amigo pidió un vino español llamado Albariño. Luego, indecisos sin ponernos de acuerdo en qué íbamos a comer, Rafael decidió pedir arroz Risotto con camarones y lo mejor de la noche una langosta; digo lo mejor de la noche, refiriéndome a la langosta, porque él la pidió viendo en el menú que costaba 37 dólares, pero no se fijó que era 37 dólares la libra. El mesero nos pidió que la eligiéramos y mi amigo escogió la más grande, que pesaba 4 libras. Ya todo listo nos bebimos el vino, el Risotto estaba delicioso y la langosta ni se diga. Después el mesero nos llevó la cuenta, y para mi sorpresa Rafael me dice, ¨lee la cuenta por favor que no traje espejuelos¨, muy gentil le dije claro que si. Su cara no fue la mejor, al decirle que la cena había sido de casi 300 dólares. Recuerdo su cara de sorprendido, y sin anteojos leyó la cuenta y en ese momento fue donde se fijo que la langosta era por libras.
¡Esa noche nunca la voy a olvidar! porque me había fijado que el precio de la langosta era por libras. Pero no se lo dije porque creí que él lo sabía, y cuando se lo comuniqué ya era muy tarde. Claro no tuvo otra opción que pagarla, aunque hubo ese mal entendido la noche fue inolvidable para ambos. La pasamos muy bien compartiendo entre amigos y todavía hasta la fecha riéndonos de ese mal entendido.
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